lunes, 3 de agosto de 2009


Esque hoy la soledad se agradece.
En la tranquilidad de mi hogar te escribo sonriente, orgullosa y sencible.
Agradesco al témpano de hielo que reposa en medio de tu pecho por abandonarme. Agradesco a cada lágrima que derramé por él; abundantes borbotones de inseguridad que acariciaron mi mejilla cada noche y algunos días, sin descanso.
Agradesco tus besos. Amateur en ese arte, pobre pequeño.
Agreadesco no extrañar la compañía de tu troglodita presencia. Aunque debo admitir que el aire que habitaba tu cerebro es adictivo. La sensación de superioridad que me brindabas con cada barbarie que salía por tu osico, animal, nunca será reemplazada por cualquier otro hombre que posea mi boca. Ten fe de eso y agradece al cielo que eres recordado así.
Fuiste el principal exponente de mi edad media. Juro nunca más cometer tal zoofilia.

Agosto, 2009.-